Capítulo 2:
~Destino~
“El destino es
un precipicio por el cual caemos
sólo si lo
miramos por demasiado tiempo”
Abrió
los ojos lentamente, para encontrarse a sí misma dentro de una
gran oscuridad. Notó cómo alguien mecía su
hombro con suavidad, y le llegaba el olor del agua de mar. Pensó
en el brumoso vaivén de las olas, en el llanto triste del
cielo llamado lluvia.
¿Acaso
se habría desmayado? Posiblemente, y ahora se encontraría
en la playa mientras que algún pescador intentaba despertarla.
¿Pero qué era esta negrura perpetua? Sabía que
tenía los ojos bien abiertos, pero seguía sin ver nada.
“Reacciona, Hanon Mizutsuki”, dijo su mente.
—Hey,
nena, despierta —dijo una voz.
Y
entonces observó aquellos dos orbes azules como el océano,
como los de ella.
—Soy
Kursus, preciosa.
Chasqueó
la lengua con repulsión al incorporarse, dejando a un Kursus
sonriente arrodillado frente a la cama.
—Creía
que había sido una horrible pesadilla —dijo acariciando el
tabique de su nariz—. ¿Podrías explicarme mejor todo
lo que dijiste ayer, tiburón-san? —preguntó
mientras se levantaba.
Kursus
se levantó, se echó a un lado y sacudió su capa.
—Primero
ve a comer algo. La cocina está al final del pasillo del
segundo piso, a la derecha. Estamos en el tercero; no tiene pérdida
—contestó—. Te he dejado unos zapatos más cómodos,
no puedes ir a salvar el mundo con esas cosas. Huelen a agua salada
que no veas.
—Hmp.
—Tienes
media hora. Después iré a por ti, preciosa.
Y
desapareció por la puerta.
—Mejor...
iré a desayunar —se dijo a sí misma.
***
—Pelirroja...
—murmuró Lucas mientras se abrazaba a lo que, a su parecer,
era el cálido y “desnudo” cuerpo del ligue de su anterior
noche. Pero no había tibieza. Había frío,
soledad, no había nada. Se levantó de repente al sentir
un puño chocar inminentemente con su cabeza. Se llevó
las manos a la la frente, que estaba ya algo hinchada.
—¡Ay!
—se quejó.
—Nada
de “ay”, pedazo de alcornoque —espetó una voz a su lado.
Alzó
la vista y observó a Phoenum. Su mirada verde era dura y
seria, cada mano oculta en la manga de la otra, el ceño
fruncido. “Algo me dice que siempre está así”,
pensó Lucas.
—¿Qué
pasa? —preguntó el rubio con algo de miedo—. ¿Dónde
está la pelirroja? ¡Pelirroja!
—¡Por
dios, calla de una vez! —Phoenum volvió a depositar un
fuerte golpe en su cabeza—. Tus berreos me dan migrañas.
—Eso
es por lo vieja que estás —le refutó—. ¡Vieja,
que eres una vieja! ¡Y además fea, para rematar!
Se
estremeció al sentir unas lianas enredarse por su tórax
hasta llegar a su cuello, apretando. Le dolía, pero no hasta
el punto de poder ahogarse. Y sabía que la mujer rubia era la
causante.
—Ve
a desayunar —dijo ella cuando las hebras verdes desaparecieron—.
Sigue a la serpiente.
De
su manga apareció una serpiente mediana de color verde
botella, de ojos irisados y lengua larga. Lucas tragó saliva.
—Hmp
—y salió de allí.
***
Escuchó
un ruido, pero no se movió. Escuchó un graznido, pero
no se movió. Escuchó un chillido, pero sólo se
giró de costado mirando la pared. El concierto de sonidos
siguió su curso, y, aunque estuviera terriblemente cansada, se
levantó. Victoria posó los pies descalzos en el suelo e
intentó alcanzar su chaqueta, que colgaba del respaldo de la
silla que tenía al lado.
—Veo
que ya estás despierta —dijo la voz de Blizzard desde el
marco de la puerta.
—Sí...
—musitó ella, ya con la chaqueta puesta. Se sentó al
borde de la cama y apoyó los codos en sus muslos, con la
mirada cansada—. ¿Dónde estoy? —preguntó con
sequedad. Le dolía la cabeza a horrores.
—En
nuestra base de operaciones —informó el hombre—. Y es
normal que te duela la cabeza; no estás acostumbrada todavía
a los viajes.
—Hmp.
Alzó
sus orbes grises con matices violetas a los de Blizzard con un aire
de melancolía y pesadez. Él seguía
imperturbable, indiferente, como si nada a su alrededor mereciera su
atención.
—Debes
tener hambre —dijo el hombre de repente—. Ve al piso de abajo a
la cocina. Guíate por el olor a comida.
Terminó
de hablar y desapareció de la habitación. Victoria se
levantó al cabo de un rato y salió de allí
también con paso amodorrado. Se sentía dolida por algo
que no terminaba de identificar, como un soplo de aire frío en
algún rincón de su alma.
***
Observó
el techo por décimo quinta vez desde que estaba despierto,
intentando dormir. No sabía dónde estaba, pero tampoco
le importaba demasiado. Sólo se dignaba a mirar hacia arriba
sin otro propósito más que para pasar el tiempo. El
estómago le rugía, pero estaba acostumbrado a la
hambruna. Le dolían las entrañas, le ardían las
entrañas. El odio le quemaba en lo más profundo de su
ser, y no sabía porqué estaba donde estaba.
Escuchó
la puerta abrirse y cerrarse, pero no volteó la cabeza. Sus
ojos escarlata seguían fijos en algún punto del techo.
—Hola,
Ash —saludó Ignis con su sonrisa de comadreja—. ¿Qué
tal estás?
—Hmp.
Ella
esbozó una mueca astuta.
—Supongo
que bien. ¿Tienes hambre? —preguntó ella con
amabilidad.
—Sí.
Ella
se sentó a un lado, en la esquina de la cama. No había
dormido desde que llegó, y unas enormes ojeras rodeaban sus
ojos. Aún tumbado, desvió la mirada para observar a la
pelirroja, que parecía sumida en sus pensamientos.
—Puedes
ir a desayunar. La cocina está aquí abajo, a la derecha
—le dijo Ignis con suavidad.
Se
levantó ágilmente y desapareció por la puerta.
—Gracias
—murmuró.
Y
al rato se fue él también.
***
Las
cuatro miradas se encontraron. Rojo, azul, gris y verde, creaban una
escena de completa tensión. Hanon bebía café,
Victoria tomaba un Cola-cao y tenía un bigote de espuma
marrón, Ash comía unas tostadas y Lucas unas galletas
de chocolate. No se conocían, pero la repulsión que
rezumaba por cada poro de su piel les invitaba a empezar una batalla
campal. No hablaban el mismo idioma, pero entendían cada
sentimiento que emanaban. La tristeza, la soledad, el dolor y el odio
que procesaban al mundo, como la imponente presencia de un dios cruel
y vengador, pero esperanzador como una trémula sonrisa, un
pequeño rayo de luz en medio de la oscuridad.
—Veo
que ya os conocéis —dijo de repente Kursus, acompañado
de los otros tres Maestros, mientras entraba en la cocina.
—¿Qué
pasa aquí? —pregunto Blizzard, confuso por la tensión
abrumadora del ambiente.
Silencio
por parte de los demás.
—¡Bueno,
ya vale! —vociferó Phoenum en un inglés perfecto al
cabo de los segundos—. ¡Todos, en orden! ¡Sentaos allí!
—señaló unos sofás.
—Hey,
abuela, ¿me puedes decir qué está pasado?
—preguntó Lucas en portugués—, ¿quién
es ésta gente?
—No
me llames abuela —gruñó ella.
—¿Bola
de billar? —preguntó Victoria algo turbada mientras se
sentaba entre Hanon y Ash—. ¿Qué ocurre?
Blizzard
suspiró con pesadez.
—Ignis,
¿qué...? —pero Ash no terminó la frase, sólo
la dejó en el aire con el ceño fruncido.
De
pronto empezó a sonar música reggae y apareció
Kursus con unas gafas de sol y un cóctel en la mano.
—¿Qué
pasa, gente? —saludó en inglés—. Como tenemos mala
suerte, vosotros habláis idiomas diferentes, así que
habrá que hablar en inglés, ¿ok, guys?
Bueno, ¿quién empieza la ronda de preguntas?
Al
segundo cuatro manos se levantaron.
—Respondiendo
a vuestra pregunta en común, sí, os vamos a explicar
qué pasa. Ignis, adelante —dijo Kursus.
—Me
dejas el marrón a mí, ¿no, bastardo? —gruñó
ella—. En fin, empezaré. Habéis sido elegidos para
salvar el mundo, aunque algo me dice que ya lo intuíais.
—¿Salvar
el mundo? Tengo que hablarlo con mi agente —dijo Lucas.
—Cállate.
Nuestro enemigo es la Sabia de los Cuatro Senderos, también
conocida como Exitium. Su poder equivale al del mundo entero, ella es
la creadora del universo. Pero gran parte de su energía —por
no decir la mayoría— está encerrado en un dragón,
cuya posición desconocemos. Se necesitan doce medallones, uno
por cada signo del zodiaco, para liberar toda la capacidad de la
Sabia. Están esparcidos por el mundo.
—Y
nosotros tenemos que buscarlos, ¿no? —dijo Ash con los
brazos cruzados y gesto indiferente. Victoria y Hanon le miraron de
reojo.
—¿Como
las bolas de dragón de Goku? —sonrió Victoria.
—Sí,
bueno, eso sería para asegurarnos de que ella no los consigue.
Exitium planea destruir el mundo, pero para ello necesita el cien por
cien de su poder —explicó Blizzard.
—¿Para
qué querría ella acabar con su propia creacióm?
—preguntó Hanon.
Phoenum
bufó, exasperada.
—¿Acaso
tenemos cara de ir a tomar el té todas las tardes con ella y
charlar? —espetó—. ¡No tenemos ni idea! El caso es
que tenemos que destruir los medallones y matar a Exitium
—Y
ahí entramos nosotros —habló entonces Victoria—.
Calvorota, dijiste algo de los elementos, pero lo tengo algo difuso,
¿podrías explicarlo mejor? —pidió.
—Claro
—él suspiró—. Cada uno de vosotros controla un
Sendero, o siendo más preciso, un elemento. Ash Rouge el
fuego, Hanon Mizutsuki el agua, Lucas Silva la tierra y tú el
aire. Sois los Sabios, los futuros controladores del mundo, si queda
alguno para cuando lleguéis a serlo.
—¡Eso
mola un huevo! —gritó el rubio, eufórico—.
¡Explosiones, robos, acción! ¡Yeah, baby!
—Ahora
que lo pienso —musitó la Victoria—. ¡Tú eres
Lucas Silva, el de “amante sangriento”!
Él
sonrió con autosuficiencia.
—¿Quieres
un autógrafo? —preguntó acercándose
coquetamente a ella.
La
castaña le apartó bruscamente con el ceño
fruncido.
—No,
es que mis compañeras hablan mucho de ti. Yo te odio —y
Lucas no volvió a acercarse a ella—. Por otra parte, ¿y
si me niego a ayudaros?
—...
¡Vamos a salvar el mundo, hmp! —exclamó con
nerviosismo y alzó el puño hacia arriba.
—¡Por
mi bien! Así seré más importante —aceptó
Lucas— . Ya sabéis; dinero, fama, tías buenas. Tías
buenas como estas dos —dijo señalado a Hanon y a Victoria—.
Tú ya me entiendes; guiño, guiño, codazo, guiño,
codazo —sólo recibió silencio y miradas asesinas por
parte de las chicas—. ¿Éh?, ¿éh? Seh...
—Os
odio —sentenció Hanon de repente, descruzando los brazos—. A
todos. Con toda mi alma. En serio, bailaré sobre vuestra
tumba.
—Alentador
—masculló Blizzard—. Bueno, empezaremos con vuestro
entrenamiento. Cada uno de vosotros tiene una sala de entrenamiento
especial sólo para ellos. Pero antes tenemos que preguntar
algo, ¿estáis listos para aceptar vuestro destino?
Todos
asintieron, conformes.
—Bien.
¡Empecemos, preciosa! —exclamó Kursus llevándose
casi a rastras a una molesta Hanon.
—¿Vamos?
—preguntó Ignis. Ash sólo asintió.
***
—¡Fuerza,
inteligencia, decisión, pasión, voluntad! ¡Es lo
necesario para hacer de ti toda una Sabia del Agua!, ¿¡estás
preparada para esta gran responsabilidad!? —exclamó Kursus
con euforia, agitando el puño en el aire.
—¿Por
qué tienes que gritar? —Hanon se masajeó las sienes.
—¡Porque
así es más épico! —contestó sin cambiar
de posición.
La
morena suspiró.
—Por
qué no me habrá tocado como maestro ese Blizzard, o
Phoenum-san... —murmuró por lo bajo.
Kursus
se acercó a ella y colocó ambas manos en sus hombros.
—Porque
a veces un maestro tiene que hacer que su alumno aprenda a
arriesgarse y hacer tonterías.
Hanon
arqueó una ceja con exceptismo.
—Eso
no es lo que me han enseñado —rezongó.
—Pues
habrá que enseñarte nuevas lecciones —le guiñó
un ojo—. ¡Ahora, veinte flexiones y cincuenta abdominales!
¡Después cargarás cincuenta cubos de agua a la
cocina sin tocarlos! ¡Y tráeme un plátano!
Se
dio la vuelta y, cóctel en mano, se acomodó en una
tumbona que había aparecido de repente.
—¡Vamos,
a trabajar!
“Sí...”,
gruñó ella por lo bajo.
***
—Mal,
¡muy mal! —se quejó Blizzard—. Vamos, inténtalo
otra vez. Concentra energía y mueve el aire, aunque sólo
sea una brisa.
—¡Lo
intento, pero es difícil! ¡Vamos, hazlo t-
Sin
terminar la frase, un vendaval se había formado en la sala de
entrenamiento. La chaqueta y la capa de ambos ondeaban con fuerza por
el viento. A los segundos se calmó.
—Vale,
sí, idea captada —masculló ella.
Victoria
se sentó con pereza en el suelo mientras se acomodaba el pelo.
Apoyó los codos en las rodillas y tapó sus ojos con el
flequillo castaño.
Estaba
claro; no servía para nada. Si ni siquiera era capaz de hacer
una ecuación de tercer grado, ¿cómo iba a salvar
el mundo? ¡Un héroe no repetía curso! ¡Un
héroe no decepcionaba a sus padres! ¡Un héroe no
se dejaba vencer por el dolor!
—Está
claro... —murmuró ella por lo bajo. Apretó los puños
y la dentadura—. No sirvo para nada —gruñó.
Blizzard,
quien observaba cada movimiento y palabra, se quedó quieto con
sus orbes grises fijos en ella.
—¿Te
duele? —preguntó al fin.
—¿Éh?
—no se le ocurrió nada más inteligente—, ¿el
qué?
El
hombre suspiró mientras se acercaba a ella.
—No
servir para nada —“eso, hurga más en la herida”, pensó
ella.
—Uno
aprende a vivir junto al dolor con el tiempo —contestó
desviando la mirada.
A
Blizzard se le ocurrió una idea. Era arriesgada, y hasta ahora
no había funcionado con ninguno de sus alumnos. Pero ella...
Ella parecía tener un dolor por dentro, algo que consumía
su alma, algo suave pero poderoso...
Como
el viento.
Sería
duro. Los que usaban el viento como arma solían ser malos en
el cuerpo a cuerpo, pero Victoria era mala incluso en las largas
distancias, especialidad de sus usuarios. Tendrían que
trabajar mucho, pero antes tendría que hablarlo con los otros
tres Maestros para disipar cualquier duda. Aunque algo le decía
que esa chica tenía un potencial oculto.
—Terminamos
el entrenamiento por hoy. Puedes descansar.
***
—¡Me
desesperas! —vociferó Phoenum—. ¡Te pedí que
hicieras una pequeña grieta, no esto!
Señaló
el enorme boquete que, al menos, mediría tres metros de ancho
y cuarenta de largo, recorriendo el exterior de la mansión.
—¡Cuesta
tiempo controlar esta fuerza, abuela! —contestó Lucas en el
mismo tono, concentrando otra vez energía en su mano.
Se
sobó los nudillos ensangrentados. ¿De eso se trataba el
elemento tierra? Lanzar rocas y crear boquetes, menuda diversión.
¡Ahí no había ni robos, no explosiones y las tías
buenas eran unas bordes!
—¡Qué
asco!
Otra
vez, el suelo de roca se agrietó hasta dejar otra imperfección
en la tierra.
—¡Para
de una vez! —repitió la mujer—. Terminaremos el
entrenamiento por ahora. Pero quiero que todos los días salgas
aquí y me saques una roca de al menos un metro cúbico
de tamaño, ¿vale?
—Sí,
sí —hizo un ademán con la mano y se encerró en
la habitación que le habían asignado.
***
Una
gran bola de fuego recorrió la estancia con potencia. Ash paró y
sonrió con arrogancia.
Repitiendo los movimientos, logró hacer una bocanada de flamas que alumbraban las paredes.
—Vas
bien —dijo Ignis asintiendo—. Ahora no te desconcentres y sigue
canalizando la misma energía.
La
masa ígnea continuó en su posición, llameante,
por lo menos cinco segundos. Pero el moreno se quedó sin aire
y tuvo que parar.
—Muy
bien. Me sorprende que hayas sido tan rápido en aprender a
manejar tu elemento —halagó la pelirroja.
—¿Qué
toca ahora? —preguntó él acariciándose los
labios.
—Nada.
Puedes ir a descansar —sonrió ella entrecerrando los ojos.
Ash
sólo desapareció por la puerta.
~o~
Kursus
se rascó la cabeza con el bolígrafo, pensativo. Ojeó
de nuevo las palabras escritas en su pequeño cuaderno verde de
notas. Su mente estaba en blanco, y lo peor era que le había
costado llegar a esas palabras.
—¡Maldita
sea! La poesía no es tan fácil como parece —masculló.
Lucas
apareció de repente por una esquina del salón con un
chichón enorme en la cabeza y llorando a moco tendido.
—¡Vuelve
aquí, bastardo!
Una
iracunda Phoenum corría tras él pisándole los
tobillos. Ambos elementales de tierra se pararon al ver al jamaicano
tan desesperado.
—¿Qué
te pasa, Kur? —era normal de parte del rubio que, después de
semanas de convivencia, llamara así a la única persona
con la que se llevaba bien en ese enorme caserón rodeado de
bosque, montañas y nieve a tutiplén.
—La
poesía es difícil —se quejó él. Lucas
se sentó a su lado y leyó por encima de su hombro el
texto—. Las rosas son rojas, las violetas azules... ¡No se me
ocurre nada más!
Al
actor sí.
—Las
rosas son rojas, ¡las violetas azules! ¡Y Phoenum es una
vieja amargada! —recitó copiando la pose de Hamlet—. ¡Ser
o no ser... la víctima de sus golpes! —canturreó
pésimamente mientras se sobaba el chichón palpitante de
su cabeza—, ¡esa es la cuestión, vida o muerte! —dijo
balanceando las manos.
—¡Por
Dios! —dijo Kursus—. ¿Cómo no se me había
ocurrido semejante rima? ¡Es el mismo idioma de los dioses!
Pero
la diversión cayó al suelo como el cristal cuando
sintieron una oscura presencia emanando a su lado.
—Es
perfec- —la mujer rubia les propinó dos terribles golpes en
la cabeza usando su temible fuerza bruta y que les habría
causado una hemorragia cerebral— to... —balbuceó el
Maestro de Agua.
Hanon
había escuchado ruidos desde su habitación, que no le
dejaban continuar con su lectura. Se levantó con pesadumbre y
llegó al salón.
Su
maestro y el chico rubio de tierra —con el que casi no había
hablado en medio mes que llevaba allí— estaban a los pies
de Phoenum llenos de golpes, moretones, cardenal y otras marcas de
violencia pura y dura ocasionadas por la Maestra.
—Phoenum-san...
—musitó ella. Si estaba sorprendida su semblante indiferente
no lo demostraba—. ¿Qué ha hecho esta vez? —suspiró
mientras señalaba al jamaicano.
—El
idiota, como siempre —refutó ella poniendo los brazos en jarras.
En
eso llegó Ignis algo apresurada y con un pergamino amarillento
enrollado en las manos. Su gesto era duro y de completa seriedad.
—Chicos
—les llamó, captando la atención de todos los
presentes.
En
ese momento Victoria, Blizzard y Ash llegaron cada uno de una parte
diferente de la casa.
—¿Qué
ocurre? —preguntó Phoenum. Ella guardó silencio,
reflexiva.
—¡Venga,
escúpelo! —insistió la castaña de ojos grises.
La
pelirroja tragó saliva.
—He
localizado el primer medallón.
ja,ja,ja me gusta Kursus! :)
ResponderEliminar¡Gracias! Kursus es el tipo de persona con el que me gustaría cruzarme por la vida.
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