domingo, 11 de agosto de 2013

Capítulo 2

Capítulo 2:

~Destino~



El destino es un precipicio por el cual caemos
sólo si lo miramos por demasiado tiempo

Abrió los ojos lentamente, para encontrarse a sí misma dentro de una gran oscuridad. Notó cómo alguien mecía su hombro con suavidad, y le llegaba el olor del agua de mar. Pensó en el brumoso vaivén de las olas, en el llanto triste del cielo llamado lluvia.
¿Acaso se habría desmayado? Posiblemente, y ahora se encontraría en la playa mientras que algún pescador intentaba despertarla. ¿Pero qué era esta negrura perpetua? Sabía que tenía los ojos bien abiertos, pero seguía sin ver nada. “Reacciona, Hanon Mizutsuki”, dijo su mente.

Hey, nena, despierta —dijo una voz.
Y entonces observó aquellos dos orbes azules como el océano, como los de ella.
Soy Kursus, preciosa.
Chasqueó la lengua con repulsión al incorporarse, dejando a un Kursus sonriente arrodillado frente a la cama.
Creía que había sido una horrible pesadilla —dijo acariciando el tabique de su nariz—. ¿Podrías explicarme mejor todo lo que dijiste ayer, tiburón-san? —preguntó mientras se levantaba.
Kursus se levantó, se echó a un lado y sacudió su capa.
Primero ve a comer algo. La cocina está al final del pasillo del segundo piso, a la derecha. Estamos en el tercero; no tiene pérdida —contestó—. Te he dejado unos zapatos más cómodos, no puedes ir a salvar el mundo con esas cosas. Huelen a agua salada que no veas.
Hmp.
Tienes media hora. Después iré a por ti, preciosa.
Y desapareció por la puerta.
Mejor... iré a desayunar —se dijo a sí misma.










***
Pelirroja... —murmuró Lucas mientras se abrazaba a lo que, a su parecer, era el cálido y “desnudo” cuerpo del ligue de su anterior noche. Pero no había tibieza. Había frío, soledad, no había nada. Se levantó de repente al sentir un puño chocar inminentemente con su cabeza. Se llevó las manos a la la frente, que estaba ya algo hinchada.

¡Ay! —se quejó.
Nada de “ay”, pedazo de alcornoque —espetó una voz a su lado.
Alzó la vista y observó a Phoenum. Su mirada verde era dura y seria, cada mano oculta en la manga de la otra, el ceño fruncido. “Algo me dice que siempre está así”, pensó Lucas.
¿Qué pasa? —preguntó el rubio con algo de miedo—. ¿Dónde está la pelirroja? ¡Pelirroja!
¡Por dios, calla de una vez! —Phoenum volvió a depositar un fuerte golpe en su cabeza—. Tus berreos me dan migrañas.
Eso es por lo vieja que estás —le refutó—. ¡Vieja, que eres una vieja! ¡Y además fea, para rematar!

Se estremeció al sentir unas lianas enredarse por su tórax hasta llegar a su cuello, apretando. Le dolía, pero no hasta el punto de poder ahogarse. Y sabía que la mujer rubia era la causante.
Ve a desayunar —dijo ella cuando las hebras verdes desaparecieron—. Sigue a la serpiente.
De su manga apareció una serpiente mediana de color verde botella, de ojos irisados y lengua larga. Lucas tragó saliva.
Hmp —y salió de allí.

***
Escuchó un ruido, pero no se movió. Escuchó un graznido, pero no se movió. Escuchó un chillido, pero sólo se giró de costado mirando la pared. El concierto de sonidos siguió su curso, y, aunque estuviera terriblemente cansada, se levantó. Victoria posó los pies descalzos en el suelo e intentó alcanzar su chaqueta, que colgaba del respaldo de la silla que tenía al lado.

Veo que ya estás despierta —dijo la voz de Blizzard desde el marco de la puerta.
Sí... —musitó ella, ya con la chaqueta puesta. Se sentó al borde de la cama y apoyó los codos en sus muslos, con la mirada cansada—. ¿Dónde estoy? —preguntó con sequedad. Le dolía la cabeza a horrores.

En nuestra base de operaciones —informó el hombre—. Y es normal que te duela la cabeza; no estás acostumbrada todavía a los viajes.
Hmp.
Alzó sus orbes grises con matices violetas a los de Blizzard con un aire de melancolía y pesadez. Él seguía imperturbable, indiferente, como si nada a su alrededor mereciera su atención.
Debes tener hambre —dijo el hombre de repente—. Ve al piso de abajo a la cocina. Guíate por el olor a comida.
Terminó de hablar y desapareció de la habitación. Victoria se levantó al cabo de un rato y salió de allí también con paso amodorrado. Se sentía dolida por algo que no terminaba de identificar, como un soplo de aire frío en algún rincón de su alma.




***
Observó el techo por décimo quinta vez desde que estaba despierto, intentando dormir. No sabía dónde estaba, pero tampoco le importaba demasiado. Sólo se dignaba a mirar hacia arriba sin otro propósito más que para pasar el tiempo. El estómago le rugía, pero estaba acostumbrado a la hambruna. Le dolían las entrañas, le ardían las entrañas. El odio le quemaba en lo más profundo de su ser, y no sabía porqué estaba donde estaba.
Escuchó la puerta abrirse y cerrarse, pero no volteó la cabeza. Sus ojos escarlata seguían fijos en algún punto del techo.


Hola, Ash —saludó Ignis con su sonrisa de comadreja—. ¿Qué tal estás?
Hmp.
Ella esbozó una mueca astuta.
Supongo que bien. ¿Tienes hambre? —preguntó ella con amabilidad.
Sí.
Ella se sentó a un lado, en la esquina de la cama. No había dormido desde que llegó, y unas enormes ojeras rodeaban sus ojos. Aún tumbado, desvió la mirada para observar a la pelirroja, que parecía sumida en sus pensamientos.
Puedes ir a desayunar. La cocina está aquí abajo, a la derecha —le dijo Ignis con suavidad.
Se levantó ágilmente y desapareció por la puerta.
Gracias —murmuró.
Y al rato se fue él también.








***

Las cuatro miradas se encontraron. Rojo, azul, gris y verde, creaban una escena de completa tensión. Hanon bebía café, Victoria tomaba un Cola-cao y tenía un bigote de espuma marrón, Ash comía unas tostadas y Lucas unas galletas de chocolate. No se conocían, pero la repulsión que rezumaba por cada poro de su piel les invitaba a empezar una batalla campal. No hablaban el mismo idioma, pero entendían cada sentimiento que emanaban. La tristeza, la soledad, el dolor y el odio que procesaban al mundo, como la imponente presencia de un dios cruel y vengador, pero esperanzador como una trémula sonrisa, un pequeño rayo de luz en medio de la oscuridad.

Veo que ya os conocéis —dijo de repente Kursus, acompañado de los otros tres Maestros, mientras entraba en la cocina.
¿Qué pasa aquí? —pregunto Blizzard, confuso por la tensión abrumadora del ambiente.
Silencio por parte de los demás.
¡Bueno, ya vale! —vociferó Phoenum en un inglés perfecto al cabo de los segundos—. ¡Todos, en orden! ¡Sentaos allí! —señaló unos sofás.
Hey, abuela, ¿me puedes decir qué está pasado? —preguntó Lucas en portugués—, ¿quién es ésta gente?
No me llames abuela —gruñó ella.
¿Bola de billar? —preguntó Victoria algo turbada mientras se sentaba entre Hanon y Ash—. ¿Qué ocurre?

Blizzard suspiró con pesadez.
Ignis, ¿qué...? —pero Ash no terminó la frase, sólo la dejó en el aire con el ceño fruncido.
De pronto empezó a sonar música reggae y apareció Kursus con unas gafas de sol y un cóctel en la mano.
¿Qué pasa, gente? —saludó en inglés—. Como tenemos mala suerte, vosotros habláis idiomas diferentes, así que habrá que hablar en inglés, ¿ok, guys? Bueno, ¿quién empieza la ronda de preguntas?
Al segundo cuatro manos se levantaron.
Respondiendo a vuestra pregunta en común, sí, os vamos a explicar qué pasa. Ignis, adelante —dijo Kursus.
Me dejas el marrón a mí, ¿no, bastardo? —gruñó ella—. En fin, empezaré. Habéis sido elegidos para salvar el mundo, aunque algo me dice que ya lo intuíais.
¿Salvar el mundo? Tengo que hablarlo con mi agente —dijo Lucas.
Cállate. Nuestro enemigo es la Sabia de los Cuatro Senderos, también conocida como Exitium. Su poder equivale al del mundo entero, ella es la creadora del universo. Pero gran parte de su energía —por no decir la mayoría— está encerrado en un dragón, cuya posición desconocemos. Se necesitan doce medallones, uno por cada signo del zodiaco, para liberar toda la capacidad de la Sabia. Están esparcidos por el mundo.
Y nosotros tenemos que buscarlos, ¿no? —dijo Ash con los brazos cruzados y gesto indiferente. Victoria y Hanon le miraron de reojo.
¿Como las bolas de dragón de Goku? —sonrió Victoria.
Sí, bueno, eso sería para asegurarnos de que ella no los consigue. Exitium planea destruir el mundo, pero para ello necesita el cien por cien de su poder —explicó Blizzard.

¿Para qué querría ella acabar con su propia creacióm? —preguntó Hanon.
Phoenum bufó, exasperada.
¿Acaso tenemos cara de ir a tomar el té todas las tardes con ella y charlar? —espetó—. ¡No tenemos ni idea! El caso es que tenemos que destruir los medallones y matar a Exitium
Y ahí entramos nosotros —habló entonces Victoria—. Calvorota, dijiste algo de los elementos, pero lo tengo algo difuso, ¿podrías explicarlo mejor? —pidió.
Claro —él suspiró—. Cada uno de vosotros controla un Sendero, o siendo más preciso, un elemento. Ash Rouge el fuego, Hanon Mizutsuki el agua, Lucas Silva la tierra y tú el aire. Sois los Sabios, los futuros controladores del mundo, si queda alguno para cuando lleguéis a serlo.
¡Eso mola un huevo! —gritó el rubio, eufórico—. ¡Explosiones, robos, acción! ¡Yeah, baby!
Ahora que lo pienso —musitó la Victoria—. ¡Tú eres Lucas Silva, el de “amante sangriento”!
Él sonrió con autosuficiencia.
¿Quieres un autógrafo? —preguntó acercándose coquetamente a ella.
La castaña le apartó bruscamente con el ceño fruncido.
No, es que mis compañeras hablan mucho de ti. Yo te odio —y Lucas no volvió a acercarse a ella—. Por otra parte, ¿y si me niego a ayudaros?
Si te niegas, te mataremos y tiraremos tu cadáver a un río —dijo Ignis con una sonrisa.
... ¡Vamos a salvar el mundo, hmp! —exclamó con nerviosismo y alzó el puño hacia arriba.
¡Por mi bien! Así seré más importante —aceptó Lucas— . Ya sabéis; dinero, fama, tías buenas. Tías buenas como estas dos —dijo señalado a Hanon y a Victoria—. Tú ya me entiendes; guiño, guiño, codazo, guiño, codazo —sólo recibió silencio y miradas asesinas por parte de las chicas—. ¿Éh?, ¿éh? Seh...
Os odio —sentenció Hanon de repente, descruzando los brazos—. A todos. Con toda mi alma. En serio, bailaré sobre vuestra tumba.
Alentador —masculló Blizzard—. Bueno, empezaremos con vuestro entrenamiento. Cada uno de vosotros tiene una sala de entrenamiento especial sólo para ellos. Pero antes tenemos que preguntar algo, ¿estáis listos para aceptar vuestro destino?
Todos asintieron, conformes.
Bien. ¡Empecemos, preciosa! —exclamó Kursus llevándose casi a rastras a una molesta Hanon.
¿Vamos? —preguntó Ignis. Ash sólo asintió.






***
¡Fuerza, inteligencia, decisión, pasión, voluntad! ¡Es lo necesario para hacer de ti toda una Sabia del Agua!, ¿¡estás preparada para esta gran responsabilidad!? —exclamó Kursus con euforia, agitando el puño en el aire.

¿Por qué tienes que gritar? —Hanon se masajeó las sienes.
¡Porque así es más épico! —contestó sin cambiar de posición.
La morena suspiró.
Por qué no me habrá tocado como maestro ese Blizzard, o Phoenum-san... —murmuró por lo bajo.
Kursus se acercó a ella y colocó ambas manos en sus hombros.
Porque a veces un maestro tiene que hacer que su alumno aprenda a arriesgarse y hacer tonterías.
Hanon arqueó una ceja con exceptismo.
Eso no es lo que me han enseñado —rezongó.
Pues habrá que enseñarte nuevas lecciones —le guiñó un ojo—. ¡Ahora, veinte flexiones y cincuenta abdominales! ¡Después cargarás cincuenta cubos de agua a la cocina sin tocarlos! ¡Y tráeme un plátano!
Se dio la vuelta y, cóctel en mano, se acomodó en una tumbona que había aparecido de repente.
¡Vamos, a trabajar!
Sí...”, gruñó ella por lo bajo.


***

Mal, ¡muy mal! —se quejó Blizzard—. Vamos, inténtalo otra vez. Concentra energía y mueve el aire, aunque sólo sea una brisa.
¡Lo intento, pero es difícil! ¡Vamos, hazlo t-
Sin terminar la frase, un vendaval se había formado en la sala de entrenamiento. La chaqueta y la capa de ambos ondeaban con fuerza por el viento. A los segundos se calmó.
Vale, sí, idea captada —masculló ella.
Victoria se sentó con pereza en el suelo mientras se acomodaba el pelo. Apoyó los codos en las rodillas y tapó sus ojos con el flequillo castaño.
Estaba claro; no servía para nada. Si ni siquiera era capaz de hacer una ecuación de tercer grado, ¿cómo iba a salvar el mundo? ¡Un héroe no repetía curso! ¡Un héroe no decepcionaba a sus padres! ¡Un héroe no se dejaba vencer por el dolor!

Está claro... —murmuró ella por lo bajo. Apretó los puños y la dentadura—. No sirvo para nada —gruñó.
Blizzard, quien observaba cada movimiento y palabra, se quedó quieto con sus orbes grises fijos en ella.
¿Te duele? —preguntó al fin.
¿Éh? —no se le ocurrió nada más inteligente—, ¿el qué?
El hombre suspiró mientras se acercaba a ella.
No servir para nada —“eso, hurga más en la herida”, pensó ella.
Uno aprende a vivir junto al dolor con el tiempo —contestó desviando la mirada.

A Blizzard se le ocurrió una idea. Era arriesgada, y hasta ahora no había funcionado con ninguno de sus alumnos. Pero ella... Ella parecía tener un dolor por dentro, algo que consumía su alma, algo suave pero poderoso...
Como el viento.
Sería duro. Los que usaban el viento como arma solían ser malos en el cuerpo a cuerpo, pero Victoria era mala incluso en las largas distancias, especialidad de sus usuarios. Tendrían que trabajar mucho, pero antes tendría que hablarlo con los otros tres Maestros para disipar cualquier duda. Aunque algo le decía que esa chica tenía un potencial oculto.

Terminamos el entrenamiento por hoy. Puedes descansar.

***

¡Me desesperas! —vociferó Phoenum—. ¡Te pedí que hicieras una pequeña grieta, no esto!
Señaló el enorme boquete que, al menos, mediría tres metros de ancho y cuarenta de largo, recorriendo el exterior de la mansión.
¡Cuesta tiempo controlar esta fuerza, abuela! —contestó Lucas en el mismo tono, concentrando otra vez energía en su mano.

Se sobó los nudillos ensangrentados. ¿De eso se trataba el elemento tierra? Lanzar rocas y crear boquetes, menuda diversión. ¡Ahí no había ni robos, no explosiones y las tías buenas eran unas bordes!
¡Qué asco!
Otra vez, el suelo de roca se agrietó hasta dejar otra imperfección en la tierra.
¡Para de una vez! —repitió la mujer—. Terminaremos el entrenamiento por ahora. Pero quiero que todos los días salgas aquí y me saques una roca de al menos un metro cúbico de tamaño, ¿vale?
Sí, sí —hizo un ademán con la mano y se encerró en la habitación que le habían asignado.





***
Una gran bola de fuego recorrió la estancia con potencia. Ash paró y sonrió con arrogancia.
 
Repitiendo los movimientos, logró hacer una bocanada de flamas que alumbraban las paredes. 
Vas bien —dijo Ignis asintiendo—. Ahora no te desconcentres y sigue canalizando la misma energía.
La masa ígnea continuó en su posición, llameante, por lo menos cinco segundos. Pero el moreno se quedó sin aire y tuvo que parar.
Muy bien. Me sorprende que hayas sido tan rápido en aprender a manejar tu elemento —halagó la pelirroja.
¿Qué toca ahora? —preguntó él acariciándose los labios.
Nada. Puedes ir a descansar —sonrió ella entrecerrando los ojos.
Ash sólo desapareció por la puerta.




 
~o~

Kursus se rascó la cabeza con el bolígrafo, pensativo. Ojeó de nuevo las palabras escritas en su pequeño cuaderno verde de notas. Su mente estaba en blanco, y lo peor era que le había costado llegar a esas palabras.
¡Maldita sea! La poesía no es tan fácil como parece —masculló.
Lucas apareció de repente por una esquina del salón con un chichón enorme en la cabeza y llorando a moco tendido.
¡Vuelve aquí, bastardo!
Una iracunda Phoenum corría tras él pisándole los tobillos. Ambos elementales de tierra se pararon al ver al jamaicano tan desesperado.
¿Qué te pasa, Kur? —era normal de parte del rubio que, después de semanas de convivencia, llamara así a la única persona con la que se llevaba bien en ese enorme caserón rodeado de bosque, montañas y nieve a tutiplén.
La poesía es difícil —se quejó él. Lucas se sentó a su lado y leyó por encima de su hombro el texto—. Las rosas son rojas, las violetas azules... ¡No se me ocurre nada más!
Al actor sí.
Las rosas son rojas, ¡las violetas azules! ¡Y Phoenum es una vieja amargada! —recitó copiando la pose de Hamlet—. ¡Ser o no ser... la víctima de sus golpes! —canturreó pésimamente mientras se sobaba el chichón palpitante de su cabeza—, ¡esa es la cuestión, vida o muerte! —dijo balanceando las manos.
¡Por Dios! —dijo Kursus—. ¿Cómo no se me había ocurrido semejante rima? ¡Es el mismo idioma de los dioses!

Pero la diversión cayó al suelo como el cristal cuando sintieron una oscura presencia emanando a su lado.
Es perfec- —la mujer rubia les propinó dos terribles golpes en la cabeza usando su temible fuerza bruta y que les habría causado una hemorragia cerebral— to... —balbuceó el Maestro de Agua.

Hanon había escuchado ruidos desde su habitación, que no le dejaban continuar con su lectura. Se levantó con pesadumbre y llegó al salón.
Su maestro y el chico rubio de tierra —con el que casi no había hablado en medio mes que llevaba allí— estaban a los pies de Phoenum llenos de golpes, moretones, cardenal y otras marcas de violencia pura y dura ocasionadas por la Maestra.
Phoenum-san... —musitó ella. Si estaba sorprendida su semblante indiferente no lo demostraba—. ¿Qué ha hecho esta vez? —suspiró mientras señalaba al jamaicano.

El idiota, como siempre —refutó ella poniendo los brazos en jarras.
En eso llegó Ignis algo apresurada y con un pergamino amarillento enrollado en las manos. Su gesto era duro y de completa seriedad.
Chicos —les llamó, captando la atención de todos los presentes.
En ese momento Victoria, Blizzard y Ash llegaron cada uno de una parte diferente de la casa.
¿Qué ocurre? —preguntó Phoenum. Ella guardó silencio, reflexiva.
¡Venga, escúpelo! —insistió la castaña de ojos grises.
La pelirroja tragó saliva.
He localizado el primer medallón.

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