viernes, 26 de julio de 2013

Capítulo 1

Capítulo 1:

~Preludio al fin~


Las ventas de botellas siguen bajando, los consumidores disminuyen.
"Qué aburrimiento". Hanon hizo un esfuerzo sobrehumano por no bostezar; sería una falta de educación gravísima viniendo de la Gerente Gerenal de Marketing perteneciente a las empresas Sekai No Mizu, encargada de distribuir agua embotellada por todo el mundo, además de que aumentaría la decepcionante imagen que tenía su padre de ella. Así que mantuvo su posición erguida en la silla, con actitud decidida, y observó el rostro de la persona que presidía la mesa de reuniones, aquella persona a la que deseaba mostrarle lo inteligente y capaz que era ella. La expresión de su padre era fría, segura e imponente, digna del presidente de una empresa de tal magnitud.
Dos horas después, se dio por terminada aquella insoportable reunión y todo el mundo empezó a retirarse. Hanon se dio prisa para hablar con su padre antes de que este se encerrara en su despacho.
Mizutsuki—sama, ¿que le pareció mi idea con respecto a aumentar las ventas?
Una estupidez —espetó—. Ahora, si me disculpa...
El Sr. Mizutsuki cerró de un portazo la puerta de su despacho, dejando a su hija sola en el pasillo.
Claro que no... padre.
~o~
Las notas de "Claro de Luna" de Beethoven inundaron la habitación, creando una atmósfera triste que envolvía la figura de Hanon mientras tocaba el piano. Con la cabeza, la joven seguía el ritmo de la melodía, dejando que su cabello liso azabache colgara como una cortina que ocultaba parcialmente su rostro bañado en lágrimas, que caían al compás de la música. Sus manos marfileñas y de apariencia engañosamente frágil se movían con envidiosa habilidad por el teclado. Su cuerpo esbelto estaba vestido con una camisa de mangas largas azul pálido, unos pantalones negros y unos tacones blancos asesinos. Nada más adornaba su cuerpo más que unos pendientes pequeños en forma de lágrimas, herencia de su difunta madre. La joven era hermosa; sus rasgos asiáticos no hacían más que realzar su belleza, pero sus ojos azules como el océano dejaban vislumbrar una tristeza latente en su interior Hanon se detuvo momento, para beber un poco de agua, su quinto vaso consecutivo desde que llegó de trabajar hacía menos de 2 horas siguió tocando. Fuera empezó a llover. "Estamos en junio. El período de lluvia en Fukuoka acaba de empezar", pensó, con una sonrisa en los labios. Amaba la lluvia. Amaba el mar que bañaba las costas de su ciudad natal. Amaba la piscina situada en el apartamento gigantesco del que disponía. Amaba el agua que la refrescaba cada vez que tomaba un trago. Amaba las duchas que se daba varias veces al día. Amaba todo lo relacionado al agua. Todo... menos la contaminación a la que se veía sometido el océano a manos de unos sucios humanos. Eso la ponía furiosa. Acabó la pieza de Beethoven y se camino al baño. Era la hora de su tercera ducha del día
~o~
El agua helada caía por su cuerpo eliminando todo rastro de llanto de su cara. Hanon recordó como tía Susan limpiaba sus lágrimas cada vez que se caía en la casa de la playa en California. "Cuánto tiempo. Incluso en aquella época de mi niñez mi padre no me hablaba. Siempre me ha culpado de la muerte de mi madre y no sé qué hacer para ganarme su afecto". Suspiró con fuerza. En un intento desesperado porque llamar su atención se había quemado las pestañas estudiando para entrar a trabajar en Sekai no Mizu y tener un puesto importante, pero su padre sólo habla con ella cuando están en las reuniones y es muy escueto en sus intervenciones. "Basta ya" pensó, "mejor, voy a dar un paseo"
~o~
Las gotas de lluvia sólo molaban sus tacones; el resto estaba protegido por su paraguas. caminaba sin rumbo, y pronto se vio parada en la puerta de la mansión de su padre. quería hablar con él. Deseaba poder convivir con él sin sentirse culpable por la muerte que sufrió su madre en el parto, que el le preguntara cómo había estado durante el día mientras cenaban, decirle lo que sentía y lo que pensaba de todo, no sólo de los negocios. Pero sabía que eso era imposible, por lo que se había ido de casa con quince años. aunque nunca se podría quitar ese sentimiento de culpa y tristeza que amenazaba a su corazón, ya de por si frío.
Siguió caminando hasta la playa. Tristeza, eso era. todo lo que la rodeaba era triste. Triste por no ser capaz de enorgullecer a su único pariente vivo, y, asimismo, sentirse orgullosa de si misma. Observó el ir y venir de las olas, uno de sus pasatiempos preferidos. De repente, se percató de que algo un tanto amorfo nadaba en su dirección. se acercó un poco para verlo mejor, y, para su sorpresa, emergió un tiburón blanco del agua. Se quedó de piedra."¿Qué cojones hace un tiburón blanco tan cerca de la costa?".
Oye, tú. ¿Qué miras?
se le desencajo la mandíbula. ¿El tiburón acababa de hablar? ¿Estaba loca?
Chica, me estás preocupado. No me mires así, me siento acosado.
De improviso, el tiburón empezó a transformarse. Unos segundos después, Hanon tenía delante a un hombre de estatura media, ojos azules, delgado, de contextura fuerte y tez oscura, vestido con una túnica negra desabrochada hasta el pecho de cuello alto y mangas largas, cuyos bajos eran azules, al igual que el cuello. Pero lo más llamativo eran las rastas y el gorro multicolor típico jamaicano que adornaban su cabeza. La chica soltó un jadeo incrédulo.
En fin, veo que no me vas a dejar en paz. ¿Sabes quién es Hanon Mizutsuki? Tengo prisa, guapa.
So-soy yo.
¿Tú? ¿Seguro?
Sí.
El hombre suspiró, aliviado.
Perfecto. Mi nombre es Kursus, el Maestro del Agua, y el océano te ha elegido a ti como la Sabia del Agua. ¿Entendido? Hale, andando. Te vienes conmigo.
El hombre la cogió del brazo y la empezó a arrastrar hacia las olas.
¡Espera, espera! ¿A dónde vas? ¿A dónde me llevas?
Kursus la miró como si fuera idiota.
A Suecia, a salvar el mundo.
¡¿Qué?! ¡Suéltame!
Mira, no tengo mucho tiempo. Quiero llegar ya a casa para poder tumbarme en el sofá y sobar junto a una buena y fría cerveza, así que te vienes ahora, te enseño todo lo tengas que saber, salvas el mundo, nos montamos una fiesta y vuelves a casita sana y salva... o eso procuraré. No prometo nada.

¿Salvar el mundo?
Sí, chica, sí.
¿No será peligroso?
Eso es lo que mola.
¿Y si me niego?
¿Y que vas a hacer? ¿Seguir con esta mierda de vida que estás viviendo, llorando por un hombre amargado que no te quiere y siendo alguien que no eres, o ir a tener aventuras, jugarte el pellejo, vivir en mayúsculas? Tú eliges, preciosa. Pero rápido.

Hanon se quedó pensativa. Kursus tenía razón. Su vida era una mierda, tenía la palabra “triste” grabada a fuego en la frente. Quizá...
Y...¿cuánto me pagarán?
La verdad, no mucho. Comida y techo. Pero no es tan malo. Podemos montar una discoteca con buena música. Bueno, no me puedo quedar aquí todo el día, preciosa. ¿Vienes o no?
Hanon suspiró e hizo una mueca de aparente desagrado al oír "preciosa".
Si no hay más remedio...
Kursus la agarró del brazo y una neblina de un azul oscuro similar al océano los envolvió cuando desaparecieron.
***
El equipo corría de aquí para allá, organizando todo para el rodaje. Lucas volvió al taco de papeles que tenía en sus manos.
Y, dime, Sabrina, ¿qué pasa con Henry? ¿Acaso ya no lo amas? —murmuró, grabándolo en su memoria.
"¿Quién coño a escrito esto?" pensó. "¿Acaso ya no lo amas? ¡Cómo lo va a seguir amando si la he encontrado follando con otro! Hay que ser imbécil".
¡Lucas Silva! —llamaron.
¡Ya voy!
Caminó hasta el director Guerra, que se veía realmente enfadado.
Espero que te sepas el papel al pie de la letra.
Sí, sí.
Bien. ¡Actores, a escena! —gritó—. Rodaremos la escena trece, de nuevo. A sus posiciones.
"¿Que le ocurre a este ahora? ¿Porqué esta así de enfadado? ¿Acaso no sabe quien soy?".
Lucas se colocó al lado de la cama con dosel blanca, donde Martha estaba sentada, repasando el diálogo.
Escena trece, toma cinco.
¡Acción! —grito el director.
¿Que quieres, Paulo? —preguntó Martha.
Sólo saber porqué te estás acostando con ese granjero. —contestó Lucas.
¿Qué granjero?
Carlos
Yo no tengo nada con él.
Os vi.
Mentira.
Hermana, ¿cuando aprenderás que no me puedes ocultar nada? Lo acabaré sabiendo. Lo sabes.
Martha fingió estar frustrada.
No lo entiendes. Yo amo a Carlos.
Y, dime, Sabrina, ¿qué pasa con Henry? ¿Acaso ya no lo amas?
No sabes cómo es él conmigo, aunque seas su mejor amigo.

¡Corten! —exclamó Guerra.— Martha, por favor, ponle más ganas, ¿quieres?.
Lo siento —murmuró.
Esta bien, descanso. —concedió el director.

Lucas suspiró. "¿Por qué habré aceptado hacer esta serie? Es muy aburrida". Fue hasta su camerino y se tumbó de un salto en el sofá blanco que ocupaba una cuarta parte de su gran camerino. Llamó a su mánager.
Smith al habla.
Soy Lucas. Me quiero ir de aquí.
¿Cómo? —su voz detonaba alarma—. No puedes.
¿Por qué no? —replicó Lucas—. Es todo un aburrimiento. Yo quiero algo más guay, ya sabes; bombas, explosiones, carreras, acción, tías buenas... No un lío amoroso para adolescentes mojabragas.
Lucas, Lucas, Lucas. Entiendelo. Esta serie nos da mucho dinero, y muchas fans para ti. Te hace más famoso. Cuando acabes esta serie ya buscaremos algo más... emocionante. Ahora vete a rodar esa serie. Ganarás mucho dinero. Hazme caso.
Lucas suspiró.
Esta bien.

~o~

Ya era de noche. Lucas se miró al espejo. Llevaba el pelo rubio a media melena y alborotado, una camiseta de manga corta negra con una chaqueta azul oscuro, unos pantalones verdes pistacho y Converse
negras. Sus ojos verdes revisaron que todo le quedaba bien y, guiñando un ojo a su reflejo, exclamó,
Seeh.
Aunque era un poco bajo para sus veintitrés años, estaba contento con su cuerpo atlético.
Salió de su habitación del hotel rumbo a alguna discoteca. Tomó el camino del parque. Le encantaba ver los árboles en todo su esplendor, la hierba que bailaba con la suave brisa que soplaba por Río de Janeiro.
Caminando, se topó con un grupo de amigos que se reían, borrachos. Los evitó. Le recordaban que iba solo. Siempre había estado solo. Solía mentir diciendo que Martha, Alberto, Sara y John eran sus
amigos, cuando en realidad ellos sólo estaban con él por su dinero y en los rodajes. El recuerdo de aquella fiesta de hace dos meses en la que se dio cuenta de eso todavía le causaba un fuerte sentimiento de tristeza, pero, sobre todo, soledad. Intentaba disimularlo o esconderlo actuando como un Don Juan narcisista y egocéntrico. Y le gustaba. Pero daría todo su dinero y su fama por tener sólo un amigo de
verdad, y no tener que actuar todo el tiempo. Suspiró. "Eso no llegará. Por eso voy a buscar tías buenas. No quiero dormir solo esta noche". Sonrió. Desayunar como un rey, rodar esa asquerosa serie, comer, volver a rodar, cenar, salir, ligar, y, si había suerte, pasar un buen rato con alguna tía buena. Sí; esa era su vida.
***
Luces de colores. Música a tope. Un grupo de chicas lo rodeaban.
Bueno, princesas, gracias por vuestra compañía, pero me voy.
No te vayas —suplicó una.
Te lo estás pasando muy bien.— murmuró otra, pasándole una pierna por encima y mordiendo su oreja.
Lucas le acarició la pierna y enredó sus dedos en su pelo rojo.
Señorita, creo que me quedaré con usted una copa más.
Cinco margaritas después y dos cervezas más, Lucas salió de la discoteca acompañado por la chica pelirroja, totalmente borracho. Reían como locos, se besaban y sobaban, dejando claro sus intenciones para esta noche. Cruzaron una calle para ir a un parque, y, de allí, ir al hotel donde Lucas se alojaba.
Princesha, eres mú uapa.— dijo Lucas, arrastrando las palabras—. Ya verá como te lo pasa eta noche, mi amol.
De repente, la chica gritó.
¡Una serpiente! —exclamó, agarrándose a la chaqueta de Lucas, que río.
Que miedica eres, Sara... Paula... Ana... ¿Laura?
Sofía.
Sofía, lo que decía.
La serpiente enseñó sus colmillos a Sofía y empezó a perseguirla. La chica huyó del parque gritando. La serpiente se giró para mirar a Lucas, que estaba observando como su pareja se perdía por las calles.
Hijueputa, ya he perdido todos los polvos de esta noche. —exclamó,
molesto.
La serpiente empezó convulsionarse y, lo que antes era un reptil ahora era una mujer entrada en años, su cabello rubio ceniciento recogido en un moño apretado, vestida con una túnica de cuello alto y mangas
largas. cuyos bajos eran verdes y su cuello también. Su rostro blanco tenía rasgos alemanes, y su expresión era de pocos amigos. La mujer lo miró de arriba abajo, escrutándolo con la mirada. Lucas se
sorprendió.
Hostia, que mujer tan fea.
La mujer bufó.
No me lo puedo creer.
¿El que seas tan fea?
¡No! —exclamó—. El que mi alumno fuera un asno.
¿Asno? —Lucas se tambaleó—. ¿Sabes quien soy yo?
Sí, un borracho que tiene que salvar el mundo. Ahora te vienes conmigo. Y dejas de beber.
¿Irme contigo? —rió— Lo siento, pero ya me lo han pedido chicas más jóvenes y guapas que tú. Además; yo no me acuesto con viejas.
La mano de la mujer aterrizó en la cara de Lucas.
Para empezar, mi nombre en Phoenum, y no quiero acostarme contigo. Lo que quiero es que aprendas, salves el mundo y que te pierdas de mi vista. ¿Entendido? El bosque te ha elegido para ser el Sabio de Tierra, y yo seré tu Maestra.
Lucas asintió, con la mano en su mejilla roja.
Pero... lo de salvar el mundo... Significa explosiones... robos... acción... peligro de muerte...
Sí, sí, sí —cortó Phoenum.
Lucas sonrió.
Vale, me apunto.
Phoenum parpadeó.
¿Ya está? ¿No hay más preguntas?
Puede que esté borracho, pero yo quiero acción.
Está bien, cuando estés en condiciones hablaremos mejor sobre eso. Nos vamos.
Phoenum lo agarró del brazo.
Espera.
La mujer lo miró, irritada.
¿Que?
¿Tu no eras antes una serpiente?
Suspiró, y sacudió la cabeza.
De repente, una niebla verdosa los envolvió, y lo último que se escuchó fue el comentario de Lucas.
Mola.
***
Se tapó la nariz, respiró hondo y hundió la cabeza en el agua. Los primeros segundos pudo aguantar, pero notó que se quedaba sin aire y tuvo que volver a la superficie. Se sintió frustrada. ¿Por qué era incapaz de soportar más? Movió los brazos para empezar a nadar y se agarró a la escalera para salir.

Cinco segundos, Victoria —su profesor chasqueó la lengua con decepción al acercarse a ella, mirando el cronómetro que llevaba en la mano—. ¿Por qué no le pones más empeño? Vas fatal en mi clase.

Victoria le miró, echando chispas por sus ojos grises. Se echó para atrás su larga y revuelta —ahora ondulada por el agua— cabellera cobriza oscura hacia atrás y bufó.
Voy fatal en todas las clases, señor López. Además; no es mi culpa si no puedo ser un pez. No entiendo de qué me puede servir la optativa de natación en un futuro —ella frunció el ceño.
Para más de lo que te imaginas, Victoria —dijo él.
La castaña resopló y entró en los vestuarios.
~o~
Victoria Herrera —leyó una chica rubia mientras sujetaba una chaqueta de manga larga blanca con algunas partes de un sobrio malva—. Vicks, es tuya, ¿no? —preguntó con algo de acento andaluz.
La susodicha ladeó la cabeza para mirarla. Asintió y alargó la mano cuando su compañera le entregó la prenda.
Gracias —musitó—. María —llamó a la rubia—, ¿tenemos educación física ahora, entonces?
Sí, yo que tú me cambiaba rápido; todas hemos terminado ya —rezongó esta vez Carlota. Victoria asintió, conforme, mientras miraba cómo la sala se quedaba vacía.

Se sacó el bañador mojado, hizo una pelota con él y lo metió en su mochila sin más dilación. Se secó un poco con la toalla el pelo —ya que aún estaba algo húmedo—, y se puso una camiseta negra de tirantes que le llegaba por la mitad de las costillas. Luego se colocó unos vaqueros negros cortos al ver que no se había traído los shorts de deportes y unas vans negras y grises, además de la chaqueta.

Se miró al espejo.
Pudo ver su rostro reflejado en la superficie de cristal. Su rostro pálido, simbólicamente bello y realmete roto. Los pómulos, altos y marcados. Sus ojos, grandes y algo rasgados, su piel escuálida y llena de moratones a causa de todas las tardes invertidas en ir a patinar y caerse. Estatura normal tirando a baja y contextura atlética, brazos y piernas largos, curvas marcadas pero escondidas bajo camisetas anchas que usualmente enseñaban algún dibujo de humor absurdo, las muñecas doloridas y el pelo, ya seco, despeinado y casi siempre revuelto por el frecuente viento que había en Tarifa.

El dolor era más que físico; sufría porque no daba la talla para lo que le pedían sus padres y profesores, porque siempre era otro el que destacaba en su lugar, porque jamás oiría de los labios de sus padres un “estamos orgullosos de ti”. Era un dolor para nada emocionante, sin comparación a lo que le otorgaba la adrenalina de dar un giro de 360 grados en el aire, o la tranquilizadora sensación de una canción de Bob Marley.

Se estiró como un felino, escuchó crujir su cuerpo y decidió de forma definitiva que en casa se prepararía un buen baño de espuma para cuando volviera de patinar, ya que sus padres estaban de viaje y nunca estaban en casa, pues eran pilotos.
Ya lista, salió del vestuario para recorrer el pasillo, luego el patio principal hasta llegar al polideportivo del instituto, pero se debatió entre llevarse la mochila con el uniforme.
"Bah", se dijo a sí misma, "ya vendré cuando termine la clase". Se encogió de hombros y se fue, aunque antes sacó algo de ésta y se lo metió bajo la chaqueta, para después abrochársela hasta el cuello.
Salió al pasillo, de, a su parecer, demasiado largo y tedioso con paso ligero. Sus millones de ventanas, unidas al cielo encapotado y a que la siempre presente ventolera hacía que las ramas de los árboles que rodeaban el edificio chocaran contra los cristales como manos que llaman para pedir permiso. Por eso mismo —y porque estaba algo empanada— no se dio cuenta de que un cuervo de plumas negras como la pez picara el vidrio que la chica tenía justo al lado. La boca se le desencajó al ver su colgante —una simple cuerda con un cristal alargado y filoso azul que emanaba una extraña luz blanco-azulada— oscilar en el pico de éste, que ladeó la cabeza al verla.

Rápidamente, Victoria se abalanzó a abrir la ventana para poder así arrebatarle su más preciada posesión. Pero para su sorpresa, el cuervo, al entrar, se fue transformando lentamente en un hombre de tez oscura, calvo y de cabeza brillante, ojos grises como los suyos, nariz recta y pómulos definidos. Llevaba como ropa una capa de cuello alto negra con líneas blancas en las mangas, el cuello y el bajo. En cuanto estuvo completamente metamorfoseado, se puso de cuclillas sobre el alféizar de la ventana con expresión aburrida y apoyó los brazos en sus rodillas.

¿Qué narices...? —musitó Victoria.
¿Victoria Herrera? —preguntó el hombre, con una voz firme pero sin dejar de ser suave—. ¿Eres Victoria Herrera?
Ella asintió temblando.
Me esperaba a alguien más... imponente, pero, en fin, los elementos no se equivocan —parecía que, aunque hablaba en voz alta, lo hacía más para sí mismo que para otra cosa.
¿Quién eres y qué quieres? —preguntó la castaña cuando se recuperó del shock.
Te lo explicaré de camino a la base.
Ella retrocedió e hizo una equis con los brazos en cuando el hombre dio un paso.
No voy a irme con un desconocido. ¿Quién eres? ¿Y qué coño eh eso de los elementos? —él dio un giro de ojos sarcástico.
Bueno, me presentaré —suspiró—. Me llamo Blizzard y vas a venirte conmigo si quieres recuperar tu preciado colgante —alzó la mano y le enseñó el oscilante objeto, con su particular brillo.

. Instintivamente, Victoria se llevó la mano al cuello para darse cuenta de que, efectivamente, le faltaba la valiosa —para ella— joya.
¡Devuélvemelo, bola de billar! —vociferó.

Pero no se pudo mover porque un animal asomó la cabeza por encima de su chaqueta. El mapache olisqueó el cuello de la joven ante la anonadada mirada plomiza de Blizzard. Éste enarcó una ceja al verlo.
Se llama Expósito. Es mi mascota, ¿algún problema? —rezongó ella.
No, para nada. ¿Qué eliges? ¿Te vienes?
Ella frunció los labios.
Quiero que respondas con total sinceridad a tres preguntas. Con total sinceridad —Blizzard le envió una mirada como diciendo >lo intentaré<—. Bien. Primero; ¿eres un pedófilo? —él negó con la cabeza—. Segundo; ¿me llevas a un lugar donde me harán daño? —otra negación por su parte—. Tercero; ¿a dónde me llevas?
A Suecia.
No tardó en contestar. Sólo lo soltó de forma automática. Victoria frunció el ceño y ensanchó las aletas de la nariz.
Entonces vete ar carajo, quillo.

Se dio media vuelta y empezó a caminar hacia el final del corredor, con paso ligero y algo molesto. Con rapidez, Blizzard se posicionó enfrente suya. Alzó la mano y sorprendentemente se formó un pequeño remolino en su palma para colocarlo en dirección a la cara de la castaña.
Soy el Maestro del Viento, tú has sido elegida por el firmamento y te convertirás en la Sabia del Viento, y yo seré tu guía —el remolino incrementó su potencia, revolviendo la capa y la chaqueta de ambos—. ¿Vendrás conmigo?
Victoria tragó saliva.
Po no sé, qué quiere que te diga, hombre —balbuceó con algo de acento andaluz. Ambos orbes grises chocaron como dos ráfagas de aire—. E-está bien...

Y desaparecieron entre una neblina grisácea.

***

Hacía calor. Un bochornoso pero agradable —al menos para él— calor. Manchó sus dedos de crema blanca y los untó sobre la piel oscura que se hallaba ante él.
El niño hizo una mueca de dolor, pero el sereno rostro y la tranquilizadora sonrisa del hombre lo calmaron. La herida rezumaba pus y sangre, por lo que comprendió el dolor que sentía el pequeño. En cuanto estuvo desinfectado y vendado, el famélico niño esbozó una enorme sonrisa.
Gracias, señor Rouge —dijo.
Él sonrió también.
Llámame Ash. Y no dudes en venir a verme si te vuelven a disparar —no pudo evitar que se revolviera el estómago al decir aquello. Ese niño apenas tendría cinco años.
¡Adiós!
Y salió de la tienda.

Ash se estiró mientras se sentaba en el suelo arenoso. Se revolvió el flequillo con nerviosismo. A veces le resultaba sobrecogedor, pero era lo que realmente le llenaba; ser voluntario de una ONG en un campo de refugiados de Níger, ayudar a los necesitados, era su verdadera vocación. De vez en cuando curaba heridas de balas causadas por los rebeldes, picaduras de animales venenosos u otras cosas que le repugnaban, pero observar la sonrisa de agradecimiento de un niño le colmaba de una sensación que antaño sólo podía brindarle una única persona.

Miró el espejo que solía usar para aumentar su campo de visión a la hora de operar. Miró su rostro afilado, moreno por el sol con algunos resquicios rojos de quemaduras. Su cabello castaño —muy— oscuro, espeso y desordenado, corto y con mechones que caían por su tez, dificultando la visión de sus ojos carmesí. Descubrió que su camisa color dorado grisáceo estaba algo manchada de sangre, por lo que decidió quitársela para ponerse una nueva.

Salió de la tienda de campaña con paso ligero para dar un paseo.


El calor le dio de lleno en la cara, y lo agradeció. Odiaba el frío. Se colocó una bata negra para protegerse del sol y un pañuelo para taparse la cabeza y empezó a caminar.
La vida de médico en un campo de refugiados no se podía decir que era tranquila, pero a su vez le encantaba; el calor le hacía sentirse cómodo. La gente, al contrario que en los países desarrollados, era amable y solidaria con lo poco que tenían, y caminar por las dunas con el sol en lo alto era, sin duda, uno de sus pasatiempos favoritos. Como si fuera hijo del fuego.

Sus sandalias pisaban cuidadosamente la arena, sus ojos rubí miraban y almacenaban todas las imágenes y sensaciones que llegaban a su cerebro, como tesoros escondidos en el desierto, y por un vez, se olvidó del odio que le consumía por dentro.
En ningún momento de su infancia se hubiera imaginado que se sentiría de aquella forma. Se iban y volvían con más fuerza cada vez que su intrincada mente recordaba aquel fatídico día que le sumió en la negrura para siempre.

Sacudió la cabeza para ahuyentar esos pensamientos de él. No se recordaba tan taciturno. Pero no se dio cuenta de que estaba a punto de pisar un —enorme— escorpión. Retrocedió un par de pasos, extrañado, ya que jamás había visto uno de ese tipo por los alrededores.

Fijó sus ojos en los del animal, y se le desencajó la mandíbula cuando vio cómo éste pasaba de ser un animal normal y corriente a una mujer de baja estatura, pelo rubio anaranjado corto, ojos rojos llameantes algo rasgados, sonrisa de comadreja y ataviada con una túnica negra larga de cuello ancho bordeado en rojo, al igual que los bajos de la prenda y las mangas. Se sentó en una roca.

Hola —sonrió la chica.
¿Ho-ho-hola? —tartamudeó Ash.
La pelirroja entrecerró los ojos con malicia.
¿Es con Ash Rouge con quien hablo?
Él asintió lentamente. La mujer se levantó.
Entonces necesito que vengas conmigo a Suecia —dijo conforme.
No me gusta el frí-
No pudo terminar. De los labios de la mujer salió una llamarada que le hubiera dado de lleno de no ser por la aparición de unos reflejos de existencia desconocida.
¡Eso casi me calcina! —rugió él.
Pues piénsatelo mejor la próxima vez que decidas jugar con fuego.
Lo había dicho con una frialdad espeluznante.
Me llamo Ignis, encantada —y de nuevo esa sonrisa trident cuando alzó su mano de dentro de la manga de la túnica para estrechársela.
El rostro del chico se endureció.
¿Me puedes aclarar qué cojones pasa?
Está bien, me parece justo —ella carraspeó, tapándose la boca con la manga—. Soy Ignis, la Maestra de Fuego. El Sol te ha elegido y me ha enviado a llevarte a Suecia, donde está nuestra base. Eres el Sabio de Fuego y, junto con otras tres personas, formaréis los cuatro elementos. Te necesitamos para salvar el mundo. ¿No era que te gustaba ayudar a la gente? —sonrió con malicia—. El mundo se destruirá si no estás con nosotros.
Yo ayudo a los necesitados —rezongó.
Ella dio un paso al frente.
Y el mundo te necesita.

Ash estaba en una encrucijada. Además del shock por, primero, haber visto a un escorpión transformarse en mujer, que ésta casi le haya quemado con unas llamas que ha creado en su garganta, y que le diga que tiene que salvar el mundo, estaba el miedo.

¿Era acaso seguro? No, ni mucho menos. Supuso que ella le entrenaría, pero, ¿en Suecia? ¿No podía haber otro lugar con más calorcito? Claro que también estaba el hecho de que pudiera ser una broma de mal gusto, aunque, ¿dónde se ha visto antes a nadie echar fuego por la boca? El mundo le necesitaba...

¿Y bien?

Tragó saliva.

Acepto.

Ella sonrió, y desaparecieron entre una neblina carmesí.

domingo, 21 de julio de 2013

Prólogo.

Una mujer de pelo blanco largo y ojos negros avanzaba rápidamente por el pasillo con gesto frío. El eco de sus tacones resonaba aún en el fondo. Llegó a una estancia en penumbra y, con habilidad, abrió una puerta de aspecto pesado en cuestión de segundos.

Sonrió con malicia y entró. Le recibió un artefacto plateado con matices azules, rojos, malvas y verdes metálicos. Tenía forma de un dragón retorciéndose en el horizonte, con un planeta similar a la Tierra en sus garras afiladas. En esta esfera había 12 pequeños huecos en forma hexágonos, todos vacíos.
—¿Has localizado alguno? —preguntó una voz profunda.
No, no se podría llamar voz. Era más bien una vibración en el aire, de recovecos sabios y ancianos, pero con fuerza. Había hablado el dragón.
La mujer negó con la cabeza.
—No, pero me he enterado de algo importante —dijo.
—Te escucho.
El dragón entrecerró los ojos.
—Los Cuatro Maestros están reunidos, después de 250 años. Al parecer, están en contra de tu plan para destruir el mundo. Se te revelan tus propios alumnos.
La albina sintió que la presencia sonreía.
—Bueno, eres la Sabia de los Cuatro Caminos, y tú eres yo. ¿Puedes sacar algo de eso?
—Tú y yo no somos la misma persona —rezongó la albina—. Sólo le he prestado mi cuerpo a una parte de tu poder, mientras que la otra está en ese dragón.
Chasqueó la lengua. Esa voz la intimidaba, ¿por qué? Esa criatura tenía el mismo poder que ella. Pero se lo podía arrebatar en cualquier momento. Esa criatura de voz profunda, inteligente, sabia y poderosa era la misma naturaleza, la madre del mundo, la que todo lo entregaba y todo lo quitaba. La salvavidas y la muerte misma.

—Encuéntralos —alzó la cabeza al escuchar de nuevo el sonido de su voz—. A los cuatro Elegidos.

viernes, 19 de julio de 2013

Tráiler y novedades.

¡Holita holitosa!
 
Me complace presentar nuestro nuevo projecto, "Four element, four people" Sin más dilación, aquí os dejo el tráiler (ignorad el "denterner"):


El vídeo lo he hecho yo solita con el Windows Movie Maker, incluidos los dibujos ^^.
¡¡OTRA COSA COSITA COSA!! Será una novela gráfica. ¿Que qué quiere decir ésto? Pues que de vez en cuándo aparecerán algunos dibujos hechos por la menda lerenda.
¡A disfrutar! Pronto subiremos el prólogo, y el capítulo 1 ya está en marcha.

¡Besos de cuervo!